lunes, 1 de octubre de 2012
HUICHILOBOS Y EL CAPITÁN
Después de consumar su hazaña, el Capitán descansaba a las orillas de la inmensa laguna que se abría ante sus ojos. De pronto escuchó que se acercaba un colibrí. Con gran sorpresa y espanto lo vio transformarse en un hombre con la piel teñida de azul.
- ¡Aléjate, demonio infernal!
- No soy un demonio.-respondió el extraño recién llegado.
- ¿Entonces que eres?
- Un dios.
El Capitán dejó escapar de su boca una carcajada.
-¡Dios sólo hay uno, y con seguridad no sois vos!
- Te equivocas, no hay uno, sino muchos.
- ¡Oh mil veces maldito! ¡Ya se quien sois! ¡Huichilobos, el más sanguinario de todos los diablos que habitan este país!
- ¡Tú destruiste mi ciudad y aniquilaste a mi pueblo!
- ¡Todo sea por la Fe! ¡El verdadero Dios no exige sacrificios humanos!
- ¡Mentira! Ese Dios del que hablas exige más sangre que todas las otras deidades juntas.
- ¡Blasfemia!
Huichilobos dirigió su brazo extendido hacia un islote que se alzaba en el centro del lago.
- ¿Puedes ver los cuerpos pudriéndose entre los muros de la ciudad arrasada? ¿Alcanzas a observar a los pocos sobrevivientes muriendo de pestes y viruela?
El Capitán dirigió un rápido vistazo al lago y enseguida devolvió su mirada a su interlocutor.
- Es su justo castigo por negarse a abandonar la idolatría, por no aceptar como su soberano a nuestro magnánimo rey.
- Yo, así como otros entes celestes, exijo la sangre de cautivos de guerra, de una que otra hermosa doncella. Pero tu Dios exige la muerte de civilizaciones completas.
- ¡No blasfemes más, mi Dios y mi Rey sabrán recompensar mis valerosas acciones!
Huichilobos rió.
- Ten la seguridad que no será así.
El Capitán desenfundó su espada y atacó a su adversario, pero Huichilobos, antes de ser tocado por el filo del arma, se desvaneció.
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