lunes, 30 de agosto de 2010

SEÑOR DE LAS DESDICHAS

Señor de las desdichas,
que sobre los caminantes lanzas,
cuando te encuentran en las encrucijadas,
terribles amenazas.
No te tengo miedo,
mi alma no se llena de pavor,
pues los ojos que te miran,
anhelan tu caro favor.
Quítame la vida,
arroja a las tinieblas mis despojos,
que los perros roan mis huesos,
extrae de mi pecho el corazón.
Pues del mundo he de olvidarmeno
saber nada de luz ni oscuridad
prefiero podrirme en río de sangre
que existir un momento más.

1 comentario:

  1. ¿Quién no ha buscado, cuando toda luz se extingue y toda esperanza muere ahogada en el río de las lágrimas y los lamentos, refugiarse y buscar ayuda en las tinieblas? ¿Quién no ha conocido la satisfacción de imaginar su vida terminada ante una desdicha del corazón? Sólo nosotros, espíritus contemplativos, cazadores de la inmortalidad, ¡Sólo cuando hemos visto las fauces del lobo abrirse ante nuestro desválido ser, los que hemos visto el fondo del abismo somos quienes podemos apreciar realmente la luz!

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